12.3.08

Nuestro Encuentro con Cristo Resucitado

Doy gracias a Dios por habernos reunido en la Asamblea Pastoral del Vicariato en los días 27, 28 y 29 de febrero de 2008. Fue una experiencia sobre todo de comunión con Jesús que nos ha llamado para trabajar en su viña que es la Iglesia local. Pero también se crearon los lazos de comunión entre nosotros que somos sus miembros: laicos comprometidos, Vida Consagrada y sacerdotes – tanto diocesanos como religiosos.

Se sintió algo de lo que había pasado un día con los 72 discípulos cuando regresaron donde estaba Jesús y le contaron todo lo que habían hecho (cfr. Lc 10,17).

Comenzando por mi persona, luego los tres Vicarios Zonales, los responsables de las tres áreas (evangelización, promoción humana, áreas específicas) y los presidentes de las diferentes comisiones, compartíamos los logros y las dificultades encontradas en nuestra evaluación del Plan Pastoral 2006-2009. Los informes en general reflejaban una Iglesia viva, activa. Sin embargo se nos presentó un interrogante, ¿Cómo estas actividades de las comisiones conducen a la consecución del objetivo del área respectiva y del objetivo general? Y una vez más nos convencimos lo que dice el Salmo de que si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles (Salmo 127). En todo lo que somos y hacemos tenemos que partir siempre del encuentro con el Señor. Solamente desde el encuentro con Cristo podemos fortalecer nuestra Iglesia – Comunión, de manera responsable, solidaria y misionera (cfr. Objetivo General del Plan Pastoral).

Esta verdad en la Asamblea Pastoral hemos iluminado y confirmado con la ayuda del Documento de Aparecida. Todos agradecemos al P. Fernando Bascopé, secretario para la pastoral en la CEB, por acercar a nuestra realidad pastoral este acontecimiento de Aparecida con su mensaje central: “Ser discípulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestros pueblos en El tengan vida en abundancia” (1)

Queridas Hermanas y Hermanos. El tiempo de Cuaresma es un tiempo propicio para profundizar y asumir nuevamente el estilo de vida propio de los discípulos de Jesús: sencillo, alegre, y servicial, con una fe sólida arraigada en lo más íntimo de nuestro corazón y alimentada por la escucha de la Palabra y con el Pan del Cuerpo de Cristo.

Nos esperan los días de la Semana Santa, para renovar nuestra unión intima con Jesucristo que:

· entra humildemente a Jerusalén para consumar su entrega por todos nosotros (Domingo de Ramos)
· nos lava los pies para mostrarnos su entrega y su amor, nos deja el pan y el vino como su presencia para siempre (Jueves Santo)
· muere por fidelidad al camino del amor de Dios; su muerte es fuente de vida definitiva para nosotros y para la humanidad entera (Viernes Santo)
· penetra hasta en lo más profundo del abismo de la tierra y de nuestro ser, para anunciar su liberación (sábado Santo)
· en medio de la noche, el amor ha vencido a las tinieblas, la vida a la muerte; todos nosotros estamos llamados a seguirlo en comunidad para compartir esa vida. ¡Aleluya!

Hoy, cuando se percibe la lucha por el poder, por el prestigio, necesitamos discípulos al estilo de Jesús: humildes, serviciales, que comparten no solamente sus ideas, sino que son capaces de entregar la vida por el Reino de Dios, discípulos que no se dejan engañar por las tinieblas de la mentira, de la confusión, sino que la transforman con el Espíritu de Justicia y de Verdad.

Necesitamos discípulos y discípulas convencidos que la Iglesia “atrae” no tanto por el proselitismo y cumplimiento fanático de las leyes, sino cuando vive intensamente su amor a Jesucristo y se entrega generosamente al servicio de la caridad desde la comunión eclesial.,

Cada día la radio Santa Cruz transmite el programa educativo denominado “El Maestro en casa” Me gusta escucharlo, y al mismo tiempo me recuerdo una gran verdad: esta casa soy yo, es cada persona, es la comunidad religiosa, es la familia, es la parroquia, es nuestro Vicariato. Esta casa donde vive el único Maestro, Jesucristo, que ha muerto y resucitado, es Bolivia. ¿Somos capaces de escuchar a este maestro, como las mujeres del campo cuando aprenden a escribir? ¿Somos capaces de escucharlo cada día aunque sea quince minutos, para aprender a escribir con una letra nueva de humildad, de servicio, de entrega total, de esperanza en la vida, de alegría pascual?

Y concluyo y les saludo con estas palabras: “No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otras dichas ni otra prioridad, que ser instrumentos del Espíritu de Dios en la Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante a todas las dificultades y resistencias. Este es el mejor servicio que la Iglesia tiene que ofrecer a las personas y naciones” (Aparecida, 14).

Feliz Pascua de Resurrección para todos mis hermanos y hermanas en Cristo.

Fraternalmente, Mons. Antonio Bonifacio Reimann, OFM

Concepción, 6 de Marzo de 2008

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