29.1.08

DESDE SANTA CRUZ A TRINIDAD

Las olas del agua y de solidaridad

En los días 26 al 29 de Enero, la carretera entre Santa Cruz y Trinidad estaba cortada como consecuencia del desborde de Río Grande. En el tramo entre Puerto Pailas y Pailón, por encima de los rieles corría el agua. También el tramo entre Yotaú y Ascensión de Guarayos estaba muy afectado por la riada de agua que arraso hasta un micro con la gente. Gracias a Dios nadie perdió la vida.

Las mismas aguas de río han roto un defensivo mas abajo de Puerto Pacay (Casorio) inundando las comunidades de la parroquia de El Carmen en nuestro Vicariato. Ya desde ahora pido a todas las parroquias la solidaridad con nuestros hermanos de las zonas afectadas (especialmente cuando se acaben las donaciones nacionales e internacionales). Toda esta ayuda vamos a canalizar a través de nuestra institución Caritas Pastoral Social (cfr. Nota adjunta).

Se nota que los grandes desastres naturales por un lado causan mucho daño a la vida de las personas, también a la misma naturaleza; por otro lado surge otra ola de solidaridad. Se percibe las tareas conjuntas entre el Gobierno nacional, las Prefecturas, y los Municipios. También las Instituciones no- gubernamentales y las personas individuales. No quedan sin respuesta solidaria los países vecinos, como Brasil, Chile y Venezuela.

Nuestra fe nos enseña que no solamente los desastres naturales deberían movilizarnos para ayudar a los que sufren, sino también demostrarlo en la vida ordinaria.

La Iglesia a través del documento de Aparecida nos exhorta: “Jesucristo es el rostro humano de Dios y el rostro divino del hombre. … Los cristianos como discípulos y misioneros estamos llamados a contemplar, en los rostros sufrientes de nuestros hermanos el rostro de Cristo que nos llama a servirlo en ellos” (cfr. 392,393).


La conexión de Santa Cruz a Trinidad

El corte de la carretera entre las ciudades de Santa Cruz y Trinidad me invita a reflexionar sobre otro aspecto de nuestra fe – sobre la Cruz de Cristo y el misterio Trinitario. En la carta a los Efesios San Pablo lo expresa de esta manera: “Porque él es nuestra paz: el que de los dos pueblos hizo uno, derribando el muro de división, la enemistad,… reconcilió con Dios a ambos en un solo cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerta a la Enemistad” (cfr. Ef. 2,14 – 17).

La comunión entre nosotros y con Dios Uno y Trino fue restablecida por el misterio Pascual – muerte y resurrección de Cristo. Para recordar nuevamente esta verdad, dentro de poco entraremos en el tiempo litúrgico de Cuaresma. Movidos por la gracia de Dios, queremos retomar nuevamente el camino que nos lleva a estrechar los lazos entre nosotros y con Dios. Es cierto que seguir al Señor nos pide renuncias pero el gozo de seguirnos asemejando a Jesucristo muerto y resucitado tiene que producir en nuestro corazón un gozo más grande por lo que hemos ganado que por lo que se ha dejado. De ahí que la penitencia cuaresmal es gozosa (cfr. Calendario Litúrgico 2008).

Tomar en serio estas palabras nos hará un inmenso bien a todos, desde el Gobierno y los Prefectos hasta los más pequeños en el Pueblo de Dios. Porque solamente por el camino de la renuncia y el sacrificio unido a Cristo, expresado por la Cruz, se consigue la unión entre todos.

Concluyo esta pequeña reflexión, retomando una vez más las palabras de Aparecida: “El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio – acogemos con mucha alegría esta buena noticia. Dios amor es Padre de todos los hombres y mujeres de todos los pueblos y razas. Jesucristo es el Reino de Dios que procura desplegar toda su fuerza transformadora en nuestra Iglesia y en nuestras sociedades… El Espíritu ha puesto este germen del Reino en nuestro Bautismo y lo hace crecer por la gracia de la conversión permanente gracias a la Palabra y los sacramentos” (cfr. 382).

Al inicio de la Cuaresma pido al Señor que todos, acojamos nuestra Santa Cruz para poder llegar a la comunión, participación y solidaridad entre todos nosotros – lo que significa y es la Trinidad.

Fraternalmente: Mons. Antonio B. Reimann

8.1.08

AL ENCUENTRO CON DIOS

El primer mensajero de este nuevo año 2008 aparece un poco atrasado por motivo de mi ausencia a fin del año y los primeros días de enero. En mi parroquia natal, ha fallecido el párroco Jorge Obst, que desde el año 1966 estuvo al frente de la parroquia. Le debo mucho en mi proceso vocacional. Fue un hombre de oración y de entrega total al rebaño le confiado. Cuando tome la decisión de ingresar a la vida religiosa estuvo a mi lado; me llevo al noviciado. El mismo atendió a mis queridos padres antes de su muerte. Hace seis años estuvo en Concepción en el día de mi ordenación episcopal. Unos días antes de fallecer participó en un quermés organizado en mi pueblo natal, cuyos fondos recaudados fueron destinados para nuestro Vicariato.

Doy gracias a Dios por haberme permitido crecer a su lado y participar en su despedida terrenal. Gracias a la fe en la vida eterna lo siento todavía más cercano en mis actividades pastorales que El Señor me ha encomendado.

En el camino de retorno a Bolivia, tuve que esperar casi nueve horas en el aeropuerto de San Pablo. Fue un día antes de la fiesta de los Reyes. Tuve mucho tiempo de pensar en este misterio de la Revelación del Señor a todos los pueblos (cfr. Is 52,7-10). En este lugar de aterrizaje tantos aviones de muchos países del mundo entero me preguntaba: ¿Cómo hacer realidad la palabra del profeta: “Levanta la vista en torno, mira, todos esos se han reunido, vienen a ti”.

La fiesta de la Epifanía que hemos celebrado recientemente es y quiere ser la primicia de este proyecto de Dios expresado por la boca del profeta: “vienen todos, trayendo incienso y oro, proclamando las alabanzas del Señor”.

El Papa Benedicto XVI en el mensaje para la Jornada Mundial de la Paz que se celebro el 1 de enero, nos invita a tomar consciencia de esta llamada del Señor a formar entre todos la común familia humana: “No vivimos unos al lado de otros por casualidad; todos estamos recorriendo un mismo camino como hombres y, por tanto como hermanos y hermanas. Por eso es esencial que cada uno se esfuerce ante Dios, reconociendo en El la fuente de la propia existencia y la de los demás. … Sin este fundamento transcendente la sociedad es sólo una agrupación de ciudadanos, y no una comunidad de hermanos y hermanas, llamados a formar una gran familia (6).

En este aeropuerto hay muchos lugares de esparcimiento: restaurantes, duchas, masajes relajantes, tiendas para comprar regalos, etc. Sin embargo falta un espacio de silencio para el encuentro con Dios, y consigo mismo. ¿No pasa algo similar en muestra vida? Tenemos tiempo para todo menos para el silencio y la escucha atenta a Dios desde nuestro interior y exterior.

Al inicio de este año les deseo de todo el corazón que esta que este encuentro con Dios presente en toda nuestra vida nos ayude a crear lazos entre nosotros y reconocernos como hermanos. Tal vez algunos de nosotros han seguido con atención el encuentro entre el Gobierno y los Prefectos. Se ha notado en ambos lados una preocupación seria por esta familia humana que habita esta casa común que es Bolivia. Dios mediante que este trabajo que se ha encomendado a las diferentes comisiones tendrá éxito. Y estoy convencido que así será si los integrantes de estas comisiones se basarán sobre el fundamento sólido de valores espirituales y éticos compartidos Y concluyo una vez más con el texto del mensaje para la Jornada Mundial de la Paz: “Por tanto, para la paz se necesita, por una parte, la apertura a un patrimonio trascendente de valores, pero al mismo tiempo no deja de tener su importancia un sabio cuidado tanto de los bienes materiales como de las relaciones personales… Hay que fomentar relaciones correctas y sinceras entre los individuos y entre los pueblos, que permitan a todos colaborar en plan de igualdad y justicia” (9,10).

Qué nos dejemos guiar por esta luz que nos lleva al encuentro con El Señor y entre nosotros. Si lo tomaremos en serio, emprenderemos un nuevo camino de justicia, de paz y de solidaridad entre todos nosotros y contribuiremos en nuestras familias y en nuestro país. Para este nuevo camino desde nuestro Belén, que El Señor les bendiga. Fraternalmente: Mons. Antonio Bonifacio Reimann, OFM

Concepción, 8 de Enero de 2008