En la Fiesta de la Asunción de María, el 15 de Agosto, en la Catedral de Concepción hemos recordado también su bendición tras ser restaurada hace 25 años.
En la crónica parroquial encontré un interesante artículo, publicado en el periódico “Presencia” escrito por Edwin Chacon. Seguramente muchos de los lectores de este Mensajero no estaban presentes en este gran acontecimiento. Por este motivo me permito citar algunos pensamientos:
“Como hace tres siglos, cuando se terminó de construir la iglesia de este pueblo, volvieron a reunirse los chiquitanos pata testimoniar su fe. … La bendición de la restauración no sólo fue solemne sino imponente y a decir de los concepcioneños, comienza aquí un nuevo resurgir del pueblo.
… El momento culminante llegó a las 11 horas del domingo, cuando el arquitecto Hans Roth, Director general de los trabajos de restauración, hizo entrega de la llave simbólica de la Catedral al Vicario Apostólico de Ñuflo de Chávez, Monseñor Antonio Eduardo Bösl quien presidió la bendición, juntamente con el arzobispo Luís Rodríguez de Santa Cruz.
El presidente de la Conferencia Episcopal de Bolivia, Mons. Rodrigues dijo que esta bendición es un motivo de honda alegría para todo el pueblo, pero mucho mas para el gestor de la obra, Mons. Bösl, de los padres franciscanos de Alemania, los voluntarios alemanes y de todos cuantos han trabajado desde fuera y dentro, hasta llegar a la feliz culminación.
Una cerrada ovación hizo retumbar el templo, cuando el Encargado de Negocios de la Republica Federal de Alemania, Guido Heymer, impuso solemnemente a Mons. Bösl la medalla “Gran Cruz del Mérito de Baviera” otorgado por el Consejo de Ministros de Estado de Baviera. Minutos antes, junto al arquitecto Roth, había recibido pergaminos de reconocimiento del pueblo de Concepción a través de sus instituciones y fue declarado Hijo Predilecto y Benefactor”.
¡Estimados Hermanos y Hermanas!
. ¿Qué nos sugieren estos textos tomados de la crónica de Concepción?.
Creo que primero la gratitud al Señor por la obra de evangelización que perduró casi los tres siglos. Gracias a Dios por los primeros evangelizadores que fueron los Padres Jesuitas, luego el clero diocesano que desde Santa Cruz atendía estas misiones; al pueblo Chiquitano por su generosa respuesta y en tiempos difíciles tanto a nivel religioso, cultural, político y social, por permanecer en su fe y en sus sanas tradiciones; hasta el día de hoy, aunque con otras connotaciones se mantienen los cabildos que antaño fueron los protagonistas en el mantenimiento de estos templos y en la transmisión de las prácticas religiosas.
Y finalmente la visión profética de mí recordado antecesor, Mons. Antonio Eduardo Bösl quien con la intervención de un gran Arquitecto Hans Roth supieron dar la respuesta adecuada a esta imponente obra. Ellos supieron reunir las personas adecuadas tanto de Concepción, como los voluntarios de Alemania para comenzar la restauración y llevarla a feliz término. El mismo Mons. Antonio Eduardo en sus palabras de agradecimiento indicó que un ejército de colaboradores ha intervenido en su restauración; “¿No es pues el esfuerzo de un equipo con mucho espíritu de sacrificio?”.
Una vez más dirigimos las palabras de agradecimiento a todos los bienhechores, especialmente de la Provincia San Antonio de Baviera, y la colaboración de las Organizaciones e Instituciones extranjeras, Nacionales y Locales.
Las Reducciones Jesuíticas pertenecen también al Patrimonio Cultural de la Humanidad. Gracias a estos monumentos los pueblos chiquitanos recobraron un nuevo resplandor. Ahora nos toca ser consecuentes en la responsabilidad del mantenimiento de estas obras. En muchos pueblos se nota el mejoramiento de las casas, de las plazas; hay un incremento de los turistas traen también los recursos necesarios para la vida del pueblo.
El año pasado, del 23 al 27 de marzo 2006 se hizo un Programa del lanzamiento mundial del Destino Turístico ”Chiquitos”; el mismo Presidente de la Republica estuvo presente, rodeado de muchas autoridades extranjeras y nacionales. Se lanzo muchos discursos. ¿Pero finalmente que quedo después de todo eso? ¿De que manera se beneficia nuestra catedral y otros templos? Después de 25 años de vida una persona es ya autónoma. ¿Poden decir eso nuestros pueblos que ahora nosotros mismos, todas las fuerzas vivas de nuestros pueblos, contribuiremos en el mantenimiento de estas obras?
Un experto en la materia me sugirió dar a conocer a la opinión pública los montos de los gastos que hay que hacer en los próximos tiempos para la intervención de las Iglesias en Concepción y en San Javier. Podemos hacerlo. Pero creo que tenemos que tomar todos muy en serio lo que dijo el Mons. Antonio Eduardo en la inauguración de esta catedral, necesitamos de un equipo comparado con un ejército con mucho espíritu de sacrificio.
El pueblo de Concepción en el año 2009 va a celebrar los 300 años de su fundación. Estaría bien pensar ya desde ahora, qué hacer para proteger y mantener nuestra iglesia catedral.
Pensemos cómo conseguir que la Plaza de la Catedral sea el entorno digno de un monumento Patrimonio de la Humanidad, donde todos podamos contemplarla tranquila, libre de polvo tanto en sus columnas exteriores como en su interior.
¿Cómo asegurar que por lo menos en la parte frontal de la catedral se evite un tráfico vehicular y se declare la zona peatonal como se hizo en otras partes de Bolivia?
Queridos Hermanos y Hermanas. Quiero concluir este mensaje con las palabras pronunciadas por el Mons. Luís Rodríguez en su homilía hace 25 años en nuestra iglesia catedral: “Dios no necesita de nuestros templos, porque como dice el salmo: Su templo es el universo y puede ser adorado en cualquier parte, sin embargo, es el corazón del hombre el que necesita un recinto sagrado y reservado para exponer sus plegarias con humildad. Es el hombre quien necesita expresar a Dios su adoración, su gratitud”.
Hagamos todo lo posible para que este recinto sagrado bien mantenido inspire nuevos ánimos y sobre todo un nuevo ardor de la fe en nuestros corazones. Qué nuestra Madre sin pecado concebida nos ayude a mantener hermosa nuestra Iglesia Catedral y limpio nuestro corazón. Dios les bendiga. Fraternalmente: Mons. Antonio Bonifacio Reimann, OFM
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